Hace unos meses, escuché a un compañero —médico y activista de las comunidades LGBTQIANB+ y Afro en Salvador de Bahía— lanzar una frase que me quedó resonando: Estamos en guerra.

Esa metáfora bélica me hizo pensar en el lenguaje que usamos para narrar nuestras (con)vivencias en una sociedad que nos agrede, que nos humilla, que nos excluye.

Seguí contemplándola mientras me preparaba para la histórica e internacional Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista LGBTQIANB+.

Pensé en las figuras retóricas que emergen cuando intentamos poner en palabras nuestra participación en la transformación social. Decidí que no. Para mí por lo menos, esto no es una guerra.

No lo es porque de nuestra parte no hay ninguna intención de lastimar a nadie. La violencia es el uso de la fuerza o el poder para someter, imponer o causar daño, y eso no nos representa. No buscamos herir, subordinar ni borrar a ninguna persona. Todo lo contrario.

Tampoco es una guerra porque el campo donde se dan nuestras luchas es profundamente desigual. Nosotrxs no buscamos invadir espacios ajenos, sino visibilizarnos en aquellos donde ya existimos: nuestras familias, nuestros trabajos, nuestras instituciones educativas, la Historia con H mayúscula, la economía, la ley, la sociedad.

Lo único que exigimos es que se respeten nuestros derechos básicos: el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad, a la representación democrática, a la educación, a la expresión (de nuestras identidades, de nuestras historias, de nuestros pensamientos y de nuestra arte), al trabajo, a la vivienda, a la vida social y a los recursos que nos permitan existir dignamente. Derechos humanos, no “privilegios”.

Esto no es guerra porque es defensa personal. Nos estamos defendiendo así como nos hemos defendido cada segundo de cada minuto de cada día de nuestras vidas: no solo de esxs otrxs que buscan silenciarnos, sino también de las violencias que se infiltran en nuestros propixs cuerpxs, en nuestras psiques y en nuestras comunidades.

Nuestras acciones sí son combativas, y estamos dispuestxs a darlo todo. Pero nunca debemos perder de vista que, en esencia, nuestra lucha es un acto de AMOR.

Es el amor que abraza, que protege, que defiende. Es el amor que construye desde la inclusión. Es el amor que se niega a aceptar una sociedad que nos quiere reemplazar con objetos sin voz, sin afecto y sin historia.

Hablo de ese amor como fuerza creativa que sale de la sombra del miedo para revelar toda su HERMOSURA INMENSA (arcoiris, rosa, negra y marrona) como condición necesaria para la transformación social que todxs merecemos y que siempre hemos merecido.


Ahora nos tildan de “cáncer”.

Bien, aceptémoslo. Si la sociedad de la que hablan es el cisheteropatriarcado colonial, racista, xenófobo y capacitista que nos explota, que nos silencia y que nos borra, entonces yo, por mi parte, soy feliz de ser una célula disruptiva que grita:

4 respuestas a “¿Estamos en Guerra?”

  1. Buena reflexión, definitivamente no es una guerra. La lucha es una defensa personal y de respeto por los individuos. El eslogan de libertad es una farsa… Aguante el respeto, el amor y diversidad!

    1. Gracias por tu comentario. 🙏🏾

      Es exactamente como vos decís: “Respeto, amor y diversidad!” 🫂

  2. Buena reflexión. El activismo como defensa es fundamental en la vida de las personas LGBT, especialmente en la vida de las personas trans, que son el grupo más vulnerable. No hacemos la guerra porque no somos colonizadores, simplemente nos rebelamos contra lo que nos oprime, nos excluye y nos impide amar.

    1. Me encantan tus reflexiones, Vinícius! Gracias! 💕

      Muy acertado lo que decís, “el activismo como defensa es fundamental en la vida” para quienes somos discriminadxs y estigmatizadxs.

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